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Reseña | La novia grulla de CJ Hauser

Confieso que jamás me habría comprado este libro por iniciativa propia. Si no llega a ser por el club de lectura en el que me apunté hace poco, La novia grulla de CJ Hauser nunca habría llegado a mis manos. Pero, como suele pasar en la vida adulta, una se sorprende abriendo puertas que antes ni siquiera sabía que existían.

Este libro no es una novela, ni tampoco un manual de autoayuda, mis dos géneros de cabecera. Se trata más bien de un ensayo autobiográfico, en el que la autora, con una voz muy personal, va desgranando sus experiencias amorosas, familiares y vitales con una sinceridad que desarma. Cada capítulo se presenta como una especie de relato corto, a veces disfrazado de crónica, otras de confesión íntima, y todos conectados por un hilo temático: la complejidad de amar(se) en un mundo que a menudo nos exige tenerlo todo claro.

Lo que hace especial a La novia grulla no es tanto la historia que cuenta, sino cómo la cuenta. CJ Hauser tiene una capacidad notable para observar lo cotidiano y convertirlo en símbolo. Un paseo, una carta, una conversación trivial se transforman en ventanas por las que asoman emociones profundas. Sus rupturas amorosas —que son muchas y diversas— no se explican desde la tragedia o el victimismo, sino desde una mirada crítica, tierna y a veces incluso irónica. A través de su forma de narrar, logra que el lector vea su propia vida reflejada en la suya.

No voy a mentir: no todos los capítulos me gustaron por igual. Algunos me atraparon, me tocaron, me hicieron pensar. Otros, en cambio, me resultaron más lejanos o me costó conectar con ellos. Pero creo que eso es parte de la propuesta del libro. No busca ser una obra redonda ni perfecta, sino un conjunto de vivencias imperfectas, como lo somos todos. Y eso, lejos de ser un fallo, se convierte en una virtud.

Ahora bien, hay un capítulo en particular que me pareció espléndido y espectacular. Es el penúltimo, en el que la autora reflexiona sobre los pechos y la maternidad. Brutal. Directo. Incómodo y luminoso a la vez. Habla desde un lugar tan íntimo y tan honesto que es imposible no sentir que te atraviesa. Es una lectura que recomendaría especialmente a las mujeres de mi generación: tanto a las que desean ser madres, como a las que no pueden, o las que no quieren. Porque la forma en que CJ Hauser aborda la maternidad (y la no maternidad) no se ve muchas veces en los libros. No desde este ángulo, no con esta humanidad.

Lo que más me ha gustado es la sensación de compañía que transmite. Mientras lo leía, tuve la impresión de que CJ Hauser me estaba hablando al oído, contándome cosas que no se suelen decir en voz alta. Cosas como lo difícil que es romper con la idea del amor romántico, lo agotador que resulta encajar en moldes que no son nuestros, o lo necesario que es parar y replantearse qué queremos, de verdad, para nosotras mismas. Es un libro que no da respuestas, pero sí hace preguntas. Y eso, en ciertos momentos de la vida, vale más que cualquier final feliz.

Creo que muchas mujeres de mi generación podrían sentirse identificadas con lo que la autora plantea. No porque hayamos vivido lo mismo que ella, sino porque hay emociones universales que nos atraviesan a todas en algún momento: la sensación de no estar “donde deberíamos”, la confusión después de una ruptura, el miedo a la soledad o el deseo de ser vistas tal como somos, sin filtros ni disfraces.

¿Recomendaría La novia grulla? Sí, pero con matices. No es un libro para todo el mundo. Si buscas una historia con principio, nudo y desenlace, probablemente no sea lo tuyo. Si estás en un buen momento emocional y no quieres remover aguas internas, quizá tampoco. Pero si alguna vez te has sentido sola, perdida o fuera de lugar en el amor —o si conoces a alguien que lo esté—, este libro puede convertirse en una lectura muy reparadora. No por lo que promete, sino por lo que muestra: que no estamos tan solas como creemos.

Porque a veces, leer a otra mujer hablar con tanta honestidad de sus heridas y reconstrucciones es todo lo que necesitamos para seguir caminando con un poco más de claridad.

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