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Mobbing: Un enemigo silencioso en el lugar de trabajo

Al menos una de cada cinco personas sufre acoso laboral en su puesto de trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Este tipo de acoso, conocido como mobbing, afecta a más de la quinta parte de los trabajadores, pero la mayoría de las víctimas no se percata de lo que está ocurriendo hasta que es demasiado tarde. Según la Carta Social Europea, el mobbing son «actos censurables o explícitamente hostiles y ofensivos dirigidos de manera reiterada contra cualquier trabajador en el lugar de trabajo».

 

 

Muchos comportamientos cotidianos, que parecen pequeños o inofensivos, pueden formar parte de un patrón más amplio de acoso. A veces, puede ser algo tan simple como que una persona no espere a un compañero para comer, algo que, aunque pueda parecer infantil, tiene un impacto real en las relaciones laborales. No se trata de una cuestión de mala intención, sino de repetición. Cuando este tipo de gestos se repiten y parecen excluir sistemáticamente a una persona, el daño psicológico puede ser profundo. Esto puede derivar en sentimientos de aislamiento y rechazo, especialmente cuando la misma persona actuaría de forma diferente si estuviera sola.

El mobbing también puede manifestarse en secretismos dentro del equipo de trabajo, donde algunos compañeros se enteran de ciertos temas importantes mientras otros son deliberadamente excluidos. Incluso algo tan aparentemente inocuo como compartir información relevante puede desencadenar quejas por parte de otros trabajadores, especialmente cuando se considera «demasiada información». Sin embargo, ocultar información que afecta a la actividad laboral es, en sí mismo, una forma de exclusión que puede tener consecuencias a largo plazo.

Es fundamental entender que criticar, en mayor o menor medida, lo hacemos todos. Sin embargo, el mobbing es algo más serio: se trata de un comportamiento intencionado, continuado y predeterminado con el fin de dañar a la víctima, tanto emocional como profesionalmente. Como explica Pere Vidal, profesor colaborador de la UOC, para que sea considerado acoso deben darse tres elementos clave: la intención de dañar, el daño producido en los derechos personales esenciales de la víctima, y la sistematicidad del hostigamiento. Es decir, no es un conflicto laboral puntual, sino una conducta reiterada que afecta profundamente al bienestar de la persona.

Por ejemplo, dejar a un empleado fuera de los grupos de WhatsApp del trabajo o asignarle tareas excesivamente difíciles son formas de obstaculizar su desarrollo profesional y, según la ley, pueden considerarse acoso. Otro tipo de mobbing más sutil es el gaslighting, que consiste en hacer que la víctima dude de su propia percepción a través de bromas hirientes, exageración de errores o evaluaciones negativas constantes.

Las consecuencias psicológicas del acoso laboral son graves. Van desde irritabilidad y tristeza hasta problemas de salud mental más graves como el síndrome de estrés postraumático, trastornos de ansiedad o incluso depresión. Las secuelas físicas y psicológicas pueden ser devastadoras, afectando no solo a la víctima, sino también al ambiente laboral en su conjunto.

Para protegerse, es vital documentar cualquier conducta injusta, guardar pruebas y, si es necesario, acudir a la Inspección de Trabajo o buscar asesoría legal. Denunciar estos comportamientos y buscar apoyo externo, como ayuda psicológica, es esencial para salir del ciclo de malestar y recuperar la autoestima y el bienestar emocional.

El mobbing es un problema que afecta a muchos, y hablar de ello es el primer paso para crear ambientes laborales más sanos y respetuosos.

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