Lo que pasó en Khao San Road (Bangkok)
Nunca pensé que lo que me pasó en Khao San Road, en Bangkok, fuera a ser la experiencia que me iba a hacer reflexionar tanto en tantas cosas a la vez.
Siempre pienso que viajar a Tailandia me enseñó muchas cosas y me hizo reflexionar sobre otras tantas. Esta es una de esas cosas que quiero compartir (y no será la única) con el mundo.
Antes de continuar, tenéis que saber que esto es un extracto de lo que pasó aquel día en Bangkok, que lo explico justo aquí, y que si queréis saber cómo llegamos a Khao San Road y qué hicimos en la capital tailandesa aquel día, solo tenéis que leer la otra entrada.
Dicho esto, empezamos.
Cuando fuimos a Khao San Road, yo estaba en mi salsa. De hecho, es uno de los lugares que me llamó más la atención de todo Bangkok y me gustó mucho a pesar de la experiencia non-grata que tuve.
Recorrimos la calle de arriba a abajo y viceversa y al final decidimos que nos quedábamos a tomar algo y ver cómo era esa fiesta tailandesa en la que sonaba más música latina que otra cosa.
Aquel día, como mucha gente en Bangkok, iba en shorts, sin más, y al adentrarnos en la calle, hubo un momento en el que éramos muchos e inevitablemente nos chocábamos y rozábamos unos con otros (como puede pasarte en el metro de cualquier ciudad).
Cuando doy el dato de los shorts, lo doy porque creo que no hubiera pasado exactamente lo mismo si hubiera ido tapada hasta los tobillos, pero tampoco puedo asegurarlo al 100%, así que ahí lo dejo…
¿Y qué pasó?
Que me tocaron. El culo. Dos veces. Y no solo fue un roce, ni una palmadita en el culo. No. Me metieron todo el antebrazo por la raja del culo, básicamente (y perdonad la vulgaridad, si suena vulgar). Dos antebrazos para ser más exactos.
Los dos energúmenos, que no eran tailandeses, medían el triple que yo y se estaban partiendo el culo. Quizá así se sentían más machitos, no sé. Debe ser muy divertido meterle el antebrazo a una tía por la raja del culo. No lo sé.
La primera reacción que tuve fue reírme, con mi amiga incluso. Había sido surrealista y no me lo estaba creyendo.
La segunda fue ir hacia ellos y decirles:
FUCK OFF. Don’t touch me again.
Cómo medían el triple que yo y se oía mucha música no me oyeron (creo, vamos) y desaparecieron tan campantes teniendo pajas pa’ un mes.
La tercera reacción fue rallarme cuando empecé a ser consciente de lo que había pasado. No había sido un roce, no había sido una palmadita en el culo… había sido algo más.
La cuarta reacción fue un ataque de ansiedad de tal calibre que tuve que irme de la calle hasta que se me pasara.
Este episodio me hizo reflexionar mucho sobre educación, respeto, valores, mujeres, hombres, niños, niñas, acoso…
Hacía poco tiempo, alguien del que no logro acordarme, me había dicho que en una discoteca o algo por el estilo, le habían tocado el culo y de la rabia se había puesto a llorar.
Yo pensé en las veces que me lo habían tocado a mi y que nunca había llorado por algo así. No me parecía motivo. Ahí me di cuenta que había normalizado algo que no es normal y que tampoco está bien, pero por desgracia tenemos muchas cosas normalizadas que no deberían serlo.
Me acordé de esa persona casi al instante. Bueno, de esa persona, y de otras personas a las que les habían tocado (no un roce ni una palmadita en el culo) y también habían llorado.
Ahí me di cuenta de que NO SABES LO QUE SE SIENTE HASTA QUE TE PASA. Y lo difícil que es empatizar con algo así, por muy empática que seas.
Me vinieron tantas cosas a la cabeza que ya ni recuerdo con claridad todo lo que llegué a pensar aquella noche.
Solo supe que a partir de entonces nada (de este calibre) me parecería exagerado y entendería cómo puede sentirse alguien después de algo así (porque después de todo, dudo que estén exagerando y hablo tanto de mujeres como de hombres, porque no somos las únicas a las que le pasan estas cosas).
Ojalá llegue ese día, en el que tanto hombres como mujeres, porque hay de todo en esta vida, podamos ir tranquilamente por Khao San Road (y cualquier lugar del mundo), en shorts o como nos dé la p*** gana de ir vestidos, y nadie se crea con el derecho a sobrepasarse de ninguna manera.
Se me pasó el ataque de ansiedad, me tomé una cerveza tailandesa y bailé Con Altura de Rosalía en un bareto con una tailandesa y un tailandés de fondo. Muy gracioso todo y, realmente, gracias a ese baile (Con Altura – Rosalía- Khao San Road), ahora mismo, me pesa más lo bueno que lo malo en Khao San Road.
Con esto también quiero decir que volvería a ir, y de hecho así fue, y os invito a todos y todas a ir solo para verlo, tomarte una cerveza o lo que te apetezca y vivir un poco la fiesta tailandesa (a pesar de que Khao San Road sea muy turística).
Aquella noche, al llegar al hotel, estaba más en mi mundo que en Bangkok. Me era muy difícil expresarme entre lágrimas, pero lo necesitaba, a pesar de no saber 100% que quería expresar.
También tenía claro que no iba a amargarme el viaje por dos energúmenos, ni a cogerle manía a una ciudad por dos personajes que no eran ni locales.
No me alegro, ni mucho menos, de lo que pasó, pero yo creo firmemente en que todo pasa por algo y aquello tuvo que pasar para enseñarme y hacerme reflexionar sobre todo lo que he dicho antes y que ya has podido leer.
Y espero que tú también hayas reflexionado, de lo que necesites reflexionar en este momento, aunque no sea obligatorio.
Y si has llegado hasta aquí… GRACIAS por leerme <3
Te dejo por aquí la entrada en la que cuento cómo fue el día entero en Bangkok, por si te apetece echarle un vistazo 😉
Aviso a navegantes: para aquellas personas que se pregunten porqué cuento esto, decirles que lo cuento porque creo que hay que hacerlo (y si me conocéis ya sabéis que no es la primera vez que cuento algo de este estilo). No me gusta callarme según qué temas y este es uno de ellos. Así de simple.
¡Hasta pronto!
xoxo
Irene
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