

Lo que pasó en Chiang Mai
Tailandia no dejó de sorprenderme hasta el final del viaje. Sin embargo, pasaron dos cosas (la primera la conté aquí) que me hicieron reflexionar mucho más de lo que esperaba.
Esa segunda cosa que pasó tiene que ver con la mujer del Night Bazaar.
Como ya sabéis, la primera vez que fuimos a su tienda no compramos nada y se enfadó con nosotras diciéndonos algo (no sé el que) de mala gana.
Durante los días que estuvimos en Chiang Mai no encontré ninguna otra tienda que vendiera lo que yo buscaba, a excepción de la tienda de la mujer, así que a pesar de que nos había tratado bastante mal, no me quedó otra que volver.
El día que volvimos, obviamente, nos reconoció y dijo algo como: al final, habéis vuelto…
A todo esto, la mujer llevaba un moratón, mal tapado con maquillaje, en el ojo… así que podéis imaginaros cómo podía estar yendo su vida…
Al final, compré lo que quería y vino la segunda lección de vida que me dio Tailandia.
Cuando fui a pagar, me cobró otra mujer y se equivocó, podríamos decir, a mi favor.
Yo, que soy malísima para el cambio en Tailandia y en cualquier parte del mundo, me di cuenta de que me había dado de más después, cuando ya nos habíamos ido de la tienda…
En aquel momento, siendo sincera, pensé: pues que se j***. No habernos insultado, no habernos tratado mal…
A la vez, una de mis amigas me dijo que ella devolvería el dinero porque al fin y al cabo ese dinero no era mío (totalmente cierto) y en menos de tres minutos, Tailandia me volvió a enseñar y a hacerme reflexionar sobre la vida.
Retrocedimos, volvimos a la tienda y le devolví el dinero.
Pero claro, no fue: toma, el dinero. Adiós.
NO.
La historia fue así:
Cuando volvimos a la tienda, fui a la mujer que me había cobrado y le saqué el dinero diciéndole que era suyo.
La mujer no entendía nada. Le expliqué (en inglés, obviamente) que se había equivocado y que por eso ese dinero era suyo.
Se quedó quieta, flipando y le pregunté si me estaba entendiendo. Cuando reaccionó me dijo que sí, gritó un poquito, y me abrazó.
En ese momento, no sé quién de las dos flipaba más, si ella por que una guiri como yo le estaba devolviendo su dinero, o yo por como me abrazaba aquella mujer, a modo de agradecimiento.
Le pedimos a la señora que le contara a la otra mujer, la que nos había tratado mal, lo que había pasado. Lo hizo delante de nosotras y bueno, suponemos que se tuvo que comer sus palabras por la cara que nos puso.
Cuando salimos de allí, me emocioné y solo pude pensar en darle las gracias a ese país por enseñarme tanto en pequeños gestos como éste.
Y gracias a mis amigas también. <3
Y a mi misma, por recapacitar y acabar actuando como realmente debía hacerlo.



