En busca de la ginecóloga perfecta #1
Dudo que haya una ginecóloga perfecta, es decir, quizá lo sea para mí porque cumple con mis estándares, con lo que yo busco en una profesional en ese campo. Sin embargo, quizá no sea perfecta para ti.
Después de cuatro largos años, puedo decir que he encontrado a mi ginecóloga perfecta, y aun así, llamadme exigente (porque lo soy) podría (y lo haré) sacarle pegas a la que considero ya mi ginecóloga, la de confianza.
Me apetece explicar mi experiencia probando ginecólogas y encontrando a la que, por fin, cumple con mis estándares, ya que dudo que sea la única a la que le haya pasado esto.
Si me lees y estás en proceso de encontrar a tu ginécologa perfecta, tranquila. Lo harás. Simplemente, tienes que tener muy claro qué quieres de esa profesional y no te acomodes con nada que no sea de tu agrado.
Yo llevaba muchos años, hasta este año, pensando que todo el mundo tenía ya a su ginecóloga o ginecólogo perfecto, ya que nadie hablaba mal de los suyos, y que yo era la pringada que salía de las consultas ginecológicas cada vez más traumada.
Como yo soy bastante transparente, y si me sigues y me lees, te habrás dado cuenta ya, voy a contarte mis experiencias en consulta como paciente para que veas, si estás o has estado en mi misma situación, que no estás sola o nunca estuviste sola.
Aviso que cuatro años dan para mucho, así que hazte un tecito o un cafecito y recuerda que no hace falta que sean las cinco para adentrarte en mi mundo.
¿Preparada?
¡Vamos allá!
Mi primera experiencia con una ginecóloga fue antes de mantener relaciones sexuales, debido a desequilibrios menstruales que yo consideraba que tenía.
Cuando tú no has mantenido relaciones sexuales, la ginecóloga (hablaré en femenino, ya que yo únicamente he probado mujeres ginecólogas) no puede introducirte el espéculo ni puede hacerte una ecografía vaginal. NO PUEDE.
Lo que tienes que hacer es beber dos litros de agua y no ir al baño hasta que te hagan la ecografía de los ovarios por fuera. Te lo cuento, ya que yo no lo sabía y tuve que ir dos veces porque la persona que me dio cita no me lo dijo.
Recuerdo aquella primera visita como si fuera ayer.
Me acompañó mi madre y después de hacerme la ecografía, por fuera, estuvimos hablando con la profesional.
Como yo no había ido nunca, pensé que la ginecóloga era una profesional que te daba herramientas o recursos para solventar tus dudas. A mí, en aquel momento, me suponía un gran esfuerzo y mucho dolor ponerme un tampón y no lo había conseguido por muchas veces que lo hubiera intentado. Así que le pregunté qué podía hacer.
Recuerdo como si fuera ayer su respuesta:
«Ya podrás cuando te acuestes con un hombre.»
Os podéis imaginar cómo me quedé, y lo de menos fue que mi madre estuviera delante.
Tanto mi madre como yo salimos de allí riendo, por no llorar y pasaron unos cuantos meses hasta que volví a ir a una ginecóloga.
La segunda vez que fui a una ginecóloga fue en Madrid, ya que yo viví allí durante un año.
Recuerdo buscarla, como hago con todos los especialistas, por Doctoralia y encontré una que me gustó. Yo, en realidad, solo iba para que me hiciera la receta para las pastillas anticonceptivas.
Aquel día me encontraba fatal, tenía anginas, me había venido la regla… Estaba para el puto arrastre, vamos y yo allí esperando en la sala de espera a ser atendida, medio muriéndome.
Cuando entré, me llamó la atención que hubiera otra mujer a parte de la ginecóloga. Después me di cuenta de que era la enfermera, pero no siempre hay una.
Le dije el motivo por el que estaba allí y me dijo, de repente, de hacerme una citología. Obviamente, no pudo porque cuando tienes la regla no se puede hacer y me mandó hacerme una ecografía mamaria (cosa que sí hice, ya que nunca me habían hecho. No es eso de que te aplastan el pecho, ¿eh? Es una ecografía normal y corriente, pero en el pecho).
No volví a ir más a aquella ginecóloga porque no me acabó de gustar, y el hecho de que hubiera otra mujer (que no supe hasta después que era una enfermera) no me hizo mucha gracia.
Meses después encontré a mi primera ginecóloga perfecta, en Madrid. Absolutamente todo acompañaba. Ella, su equipo, la clínica… Todo. Estaba encantadísima.
La primera vez que fui fue para hacerme las pruebas de las ETS.
Para hacerte las pruebas tienes que hacerte un análisis de sangre y una citología. Ese día iba a hacerme la citología, pero no pude. Ni mi cuerpo ni mi mente estaban preparados para ello y tanto ella como su enfermera me trataron lo más humanamente posible. Me sentí muy segura y tenerla a ella como ginecóloga me transmitía mucha tranquilidad y confianza.
La segunda vez que fui me trató genial. Pudo hacerme la citología, la ecografía, incluso me hicieron allí el análisis de sangre y me dieron los resultados en cuánto los tuvieron. Por suerte, todo salió bien.
Mi año en Madrid acabó y me mudé a Barcelona, otra vez.
Como no tenía ninguna otra referencia, sí, volví a acudir a la primera ginecóloga, la del comentario inoportuno.
Como yo ya había mantenido relaciones sexuales entonces, esa vez sí podía introducirme el espéculo y el ecográfo.
Recuerdo, para empezar, que cuando me coloqué, la enfermera que había allí me miró mal.
Después, la ginecóloga se puso a hablarme de vegetarianismo… y sin avisarme ni nada, me metió el espéculo.
Violencia obstétrica, le llaman.
Grité y me puse a llorar al momento. Me dio un ataque de pánico, allí, abierta de piernas, desnuda, con dos mujeres mirándome, cero humanas, cero empáticas y al fin y al cabo cero profesionales desde mi punto de vista.
Aun así, tuve que dar explicaciones de porqué había chillado, de porqué estaba llorando y de porqué me había puesto así.
La razón es simple y creo que cualquiera con dos dedos de frente sabe la respuesta.
Relaciones sexuales traumáticas.
Y yo las había tenido.
Y a ellas les dio igual.
Cuando acabó todo el proceso, me vestí, hablé con ella, salí fuera a pedir cita para que me dieran los resultados de la citología… y todo lo hice llorando, sin poder ver debido a las lágrimas que no dejaban de salir de mis ojos. Con un ataque de pánico que no cesaba.
La ginecóloga me vio y me hizo volver a entrar en su consulta.
Le tuve que explicar mi experiencia traumática con el sexo y sabes cual fue su aportación:
«¿Te enamoraste de él?»
Encima que ella me había hecho revivir un trauma, al meterme el espéculo sin previo aviso en mi vagina, me estaba haciendo comentarios de ese calibre, haciéndome creer que lo que yo estaba sintiendo en ese momento no era válido o no era para tanto. Que yo estaba teniendo un ataque de pánico porqué me había enamorado de él… Hay que joderse.
Desde luego, después de esa experiencia nefasta no volví a ir a esa ginecóloga.
Llevo ya cuatro páginas escritas y todavía me faltan unas cuantas experiencias por contaros, así que voy a hacerlo en dos partes.
Mientras tanto, contadme en comentarios, escribidme un mail o buscadme por instagram si habéis encontrado ya a vuestra ginecóloga perfecta o seguís en proceso… ¡Entre todas podemos ayudarnos! 🙂
Por cierto, si queréis o necesitáis saber el nombre de alguna ginecóloga que menciono, hacedlo por privado y os daré el nombre sin problema alguno.
¡Pronto os traigo la segunda parte de En busca de la ginecóloga perfecta!
xoxo
Irene