#5 Descubriendo La Graciosa: aventura en la octava isla
El quinto día en Lanzarote consistió en ir a visitar La Graciosa, la octava isla, pero antes te cuento qué pasó.
El día anterior me compré los billetes de ferry en esta página. Solo hay dos empresas de ferries que te llevan a La Graciosa, así que escoge la que te vaya mejor. A mí, la que usé me fue bien.
Mi recomendación es que compres los billetes abiertos, así puedes coger el ferry de ida y de vuelta a la hora que te apetezca, siempre y cuando haya un ferry disponible (suelen salir cada media hora aproximadamente, hacen un parón a la hora de comer y luego siguen hasta las 18:30 o 19:30, dependiendo de la época del año).
Antes de ir a Lanzarote, estuve dudando sobre ir o no a La Graciosa, ya que en Internet ponía que era una isla con muy pocos habitantes, que no había casi nada y que debías recorrerla a pie, en bici o en 4×4, pero no daban mucha más información. También mencionaban que se podían hacer rutas senderistas, pero había que ir preparado con comida y agua, ya que no había ni sombra, ni chiringuitos, ni supermercados por el camino.
Visto así, te asusta un poco.
Así que déjame contarte mi experiencia y lo que yo opino sobre visitar La Graciosa.
Antes de coger el ferry, estuve investigando bien cómo visitarla, ya que mi intención inicial era hacerlo a pie, pero a la vez me parecía una locura. Por la mañana, mientras desayunaba en el hotel, empecé a investigar y vi que visitar La Graciosa en 4×4 era factible. Además, había varias empresas que ofrecían ese servicio, así que contacté con una esa misma mañana y tuve la suerte de que tenían un sitio para mí.
Por 30€, visité parte de La Graciosa de una forma bastante cómoda y con explicaciones del guía que nos llevaba.
Pero espera, déjame contarte cómo fue llegar hasta la octava isla.
Cogí el ferry un poquito más tarde de lo esperado, ya que mi tour en 4×4 lo tenía a las 12:30 p.m.
Para coger el ferry, hay que ir hasta el norte de la isla, concretamente a Órzola. Hay aparcamiento según la empresa de ferry que hayas contratado al entrar en Órzola, así que no te preocupes por encontrar sitio para aparcar.
Al subirme al ferry, me senté en la parte de arriba y, cuando el ferry salió del puerto, uno de los encargados nos dijo que nos sentáramos en la parte izquierda o bajásemos abajo porque si no íbamos a mojarnos.
Mojarnos era lo de menos, ya te lo aseguro.
Bajé, como la gran mayoría de pasajeros, y por un momento no sabía si estaba en un ferry o en una montaña rusa, a punto de morir ahogada.
El oleaje que había no era ni medio normal. El ferry se movía una barbaridad y no era nada agradable estar allí. Mareaba, daban ganas de vomitar y tuve un poco de miedo.
Había una mujer mayor, pobre, que lo estaba pasando fatal, y al llegar, una chica empezó a vomitar (para que veas que no exagero).
Al llegar a La Graciosa, vi un escenario y deduje que habrían sido las fiestas o algo parecido. No me equivoqué. De hecho, justo ese fin de semana se celebraban las fiestas de La Graciosa y, por eso, había más gente de lo normal en la isla.
Llegué y me puse a pasear entre las calles, nada asfaltadas y llenas de arena, observando el ambiente, las casitas playeras y la playa de la capital, Caleta de Sebo. También vi bastantes restaurantes, más de los que pensaba y decían en Internet, y una Caixa.
Al llegar, me di cuenta de que alquilar una bici no tenía por qué ser mala opción para visitar La Graciosa, pero después vi que tampoco era la mejor. En la capital hay arena, pero pasan muchos 4×4 (los únicos coches permitidos en la isla) y, sin querer, aplastan la arena, creando «carreteras» donde es más fácil ir en bici. Sin embargo, una vez te adentras en las rutas que llevan a los puntos de interés de La Graciosa, todo se complica. Y eso sin contar que se te puede estropear la bici (como vi que le pasó a una chica) o te puedes lesionar. Si hace sol y tienes que esperar a que te vengan a buscar… mejor no pensarlo.
A las 12:30 p.m., después de comerme un plátano y comprarme un zumo en un supermercado (hay dos en la capital, seguro), el 4×4 vino a buscarme a mí y a otras personas, ya que los tours son en grupo.
El 4×4 arrancó y empezaron las explicaciones sobre La Graciosa. Ahí me di cuenta de que recorrer la isla andando era inviable. O sea, si quieres, puedes hacerlo, claro. De hecho, vi a dos chicas desde el 4×4 andando, pero me parece una locura máxima.
La primera parada del tour fue Pedro Barba, el segundo pueblo habitado. Caleta de Sebo también es un pueblo, aunque le llamen la capital de La Graciosa.
Después pasamos por unas playas un tanto peligrosas, según el guía, y llegamos al Arco de los Caletones, que forma parte de un tubo volcánico.
Mientras íbamos en el 4×4, el chico nos explicó que La Graciosa forma parte de un archipiélago conformado por otras islas, entre ellas Alegranza, de la cual la mitad es de un señor y la otra mitad del Estado. Todas ellas están protegidas, y en las no habitadas, los barcos no pueden ni acercarse.
También fuimos a una playa preciosa, con unas olas de infarto, en la que no me habría metido ni loca.
Finalmente, llegamos a la parte sur de la isla, la que está más cerca de la capital y que sí puedes recorrer a pie, ya que hay unos 20 minutos entre un punto y otro. Yo no iba preparada para quedarme ahí, así que volví con el 4×4 a Caleta de Sebo y fui a comer a un restaurante llamado El Marinero.
Tardaron un buen rato en servirme y, cuando terminé de comer, un grupo de chicas puso música súper alta y empezaron a cantar y bailar en el restaurante. No me molestó, ya que estaban en fiestas y entiendo lo que es eso, pero decidí pagar e irme porque me quedaba muy poca batería en el móvil y el ferry de vuelta salía en unos minutos.
El trayecto de vuelta en ferry no tuvo nada que ver con el de ida, aunque me mareé un poco, pero nada grave como lo de la mañana.
Al coger el coche y volver hacia el hotel, el paisaje era precioso y muy peculiar. Sabía que por ahí había una playa que quería ver: la playa del Caletón Blanco.
En mi plan de viaje, tenía previsto visitar esa playa y otras cercanas otro día, pero improvisé y decidí parar a verla esa misma tarde.
La playa del Caletón Blanco es, sin duda, mi playa favorita de Lanzarote. Me encantó y sí, aquí también se grabó Bienvenidos a Edén xD.
Es una playa muy peculiar, ya que no tiene la típica arena que se te pega en la piel. La arena está húmeda, hay muchas rocas que te resguardan del fuerte viento de Lanzarote y el agua no cubre nada, lo que la hace perfecta para ir con niños, a no ser que te vayas mucho más hacia adentro (y no llegué a ir porque no quería dejar mis cosas solas). Aun así, parece una playa muy resguardada y con su propio encanto.
Mi recomendación estrella de la isla es esta playa, sin duda alguna.
Estuve un ratito porque no quería que se me hiciese tarde y luego puse rumbo, de nuevo, al hotel, donde me duché, cené y descansé para estar lista para el día siguiente.
¡Continuará!